martes, 29 de noviembre de 2016

Si mi cabeza fuera tan ingeniosa despierta como lo es dormida...

Venía manejando camino a casa acompañada de un amigo, veníamos tranqui escuchando música, cuando una moto se cruza a mi mano y justo antes de llegar hasta mi auto, dobla. Lo puteamos más por miedo a chocar que por imprudente al volante. Pero en la cuadra siguiente volvió a repetirse la misma secuencia... otra moto que se acerca hasta la trompa del auto y dobla, siempre haciéndome frenar. Dicen que la tercera es la vencida, esta última moto se acercó y desenfundó una pistola calibre .22 que alcanzó a tirar 2 tiros. Con mi amigo pudimos advertirlo e intentar cubrirnos, pero la segunda bala llegó como un aviso del aviso. Esa bala había pegado en mi oreja, más precisamente en el lóbulo de la oreja derecha. Entonces nos apresuramos a acelerar e ir a algún lugar que no corriéramos peligro, ¿nos habían querido afanar? ¿pero quién afana un Fiat Uno de esa manera?
Llegamos hasta lo de mi vieja, ella nos contuvo y nos dijo que no... que nadie va a robar un auto de esa manera, que esos eran sicarios que venían a matar a alguien. ¿pero a quién? y ¿quién los mandó? ¿por qué? Muchas eran las preguntas que surgían, y pocas las que mamá intentaba responder, más bien todo lo contrario, comentó lo de los sicarios luego de que le contáramos la situación y luego guardó un silencio de tumba, que hacía las veces de escudo para proteger algún secreto malvado.

El panorama se aclaró cuando a la hora llamó mi viejo y le hizo saber a mi vieja que él los había mandado, y que sabía que ahora estábamos allí escondiéndonos, e iban a venir por mí. Mi vieja lo convenció de que esto no debía ser de este modo, que era necesario sentarse a charlarlo y poder resolver de alguna manera este embrollo que mi viejo se inventó: el de la herencia.
Mi viejo un tipo grande de 73 años, rico, tacaño y mañoso. Nunca entendí bien por qué nunca me quiso, quizás por ser la más chica y no haber sido planeada, ya que mis hermanos me llevan entre 15 y 20 años. O por no haber sido bueno en la escuela, o no trabajar y haber empezado el cbc un año más tarde. Quizás fue por aquella vez que choqué el auto sin querer...
Lo cierto es que me quería muerto, pero mi vieja -ya separada de él masomenos desde que nací yo- consiguió que negociemos. Yo estaba dispuesta a renunciar a la herencia, porque realmente no me importaba la guita, prefería vivir, y se lo comenté a mis hermanos que vinieron para llevarme en la Minivan para distraer entre tantos pasajeros quién podía ser yo.

Al subir, una amiga que estaba con ellos me menciona que había muerto la profesora, y ex directora de la escuela, Elsa. Quien tenía 83 años y había muerto luego de resistir un primer ataque cardíaco. Era muy querida la vieja, y yo era su preferida, todos mis hermanos fueron allí y cuando sólo quede yo me transformé en la más querida. Mi cara le recordaba a su fallecida hija que había sido profesora de mis hermanos hará unos 20 años. Siempre que me veía me sonreía y me decía "qué linda estás hoy, Tania"... aunque nunca me quiso contar cómo murió, Elsa siempre me recordaba a su hija.

Al bajarme del auto sólo me acompañaron mi amigo, un hermano y mi amiga. Pero cuando pasaron dos motos idénticas a las de la mañana, nos dimos cuenta que la charla no iba a ser en los términos acordados y decidimos escapar. Nos metimos en la boca del subte y lo tomamos, bajamos 3 estaciones después y pateamos, llegamos hasta un parque donde había una mansión -casi castillo- que rebalsaba de luces y música fuerte: una fiesta (cheta). Decidimos que era la mejor opción para distraer a mi viejo y sus secuaces y dispersarnos al terminar la fiesta, sin dejar rastros.
Al entrar, nos mezclamos con los demás, me ofrecieron cualquier cantidad de pastillas...

Pasaban las horas y sólo buscábamos un chivo expiatorio para poder huir con la multitud. Para las 7 de la mañana, ese chivo nos lo dio mi viejo que se enteró y llamó a su amiga, la policía. La yuta empezó a iluminar todo el castillo al grito de que la fiesta se había terminado y era hora de volverse a casa. Nos parecía la peor opción salir con tanta luz iluminándonos, entonces decidimos resistir en el castillo, ya que para eso están...
Cuando la policía logró pasar la puerta, subimos al último de los cuatro pisos donde funcionaba una radio que era la misma que proveía de música a la fiesta. Sabíamos que a la radio la policía no podía entrar porque se delataría a si misma ingresando en propiedad privada sin orden de un juez, por lo tanto la policía decide liberar la zona a cambio de que nosotros dispersáramos para no generar mayores disturbios. Esta era la nuestra, había que huir.

Cada uno tomó un camino distinto: mi amigo corrió hasta la casa de la tía, donde la esperaba su madre para decirle que nunca más haga algo así. Mi amiga se volvió en el subte que nos había traído, como si nada hubiera pasado y tan sólo era un sábado más. Y yo por mi parte decidí atravesar todo el parque, pasando por una especie de capilla en donde encontré una nota. La nota era de mi viejo. Mi viejo me contaba de puño y letra, lo que nunca le dio la cara para contar, o más bien, lo que mi vieja por vergüenza nunca le permitió. Luego de leer la nota, caminé por una calle angosta que dejaba entrever en su asfalto y sus árboles al Sol que por primera vez en mi vida me empezaba a iluminar.

viernes, 18 de noviembre de 2016

Es sólo una idea y no está corregida (y no lo estará)

La primera en enterarse fue Lara, mi ahijada. Le costó mucho entender que sucedía, cómo el cóctel que armó recién pasadas las doce de la noche no había funcionado... Lo conflictivo de la relación con sus viejos fue el frasco de plástico, el fantasma de sus inexistentes kilos demás y la pelea con su novio fueron el vaso de agua, y la traición de su amiga que hace una semana le dejó de hablar fue la media docena de Barbitúricos. 
Ya sin ánimos de más, la decisión estaba tomada, el punto final debía de dibujarse y las despedidas se escribían en papeles, guardadas en sobres que se lacraron con algunas lágrimas saladas.
Pasaron 15 minutos y pensó "cuanto que tarda esto... ¿lo habré hecho bien?", "¿estarán vencidas esas pastillas viejas?". Pasó media hora y se empezó a impacientar "¡pero la puta madre viejo! ¿ni siquiera el suicidio me sale bien?". 
Al cabo de una hora y haberse tragado una veintena de pastillas, Lara comprendió que La Muerte no iba a acercarse a su cuarto, que aunque ella la hubiese invocado con la tristeza más honda y más espesa, el único que le iba a responder iba a ser el techo y su mancha de humedad que se comunicaba con ella mediante la gotera que caía en su cama, el idioma que Lara más conocía.

Durante la mañana apareció en Crónica TV un señor de unos 60 años muy verborrágico, con la corbata mirando al sur y el saco mirando al norte, los pelos parecían el escaso pasto de los potreros abandonado al lado de la unión entre la General Paz y la autopista Dellepiane. 
"¡No hay más muerte!" "¡No se muere más nadie!" gritaba exaltado. El periodista le preguntaba por qué, cómo podía ser, y el portero de Flores contaba que esa mañana, cuando salía a baldear la vereda, pegó un patinazo en el piso mojado, y cabeceó con la nuca el cordón de hormigón, que sería imposible que no haya muerto al instante. 
Lo que me fascinaba de su relato -más allá de ser una caricatura viviente- fue cuando mencionó que ni siquiera dolor de cabeza tenía. Me permití dudar, luego de dos casos donde la cosechadora de la eterna noche vagueó, uno tiene que hacerlo...

Para la tarde la locura era generalizada, los hospitales reportaban que no hubo ningún deceso a lo largo de todo el día, que no llegó gente accidentada, ni de armas blancas, ni de fuego. Como si hubiese venido Dios, agarró al revés el lápiz con el que escribió el mundo y borró el dolor físico de la tierra. ¿Y ahora qué vamos a hacer con tanta libertad? ¿con tanta expectativa de vida? ¿nos volvimos infinitos? ¿hasta cuando vamos a vivir? ¿hasta cuando La Muerte se habrá ido? ¿SE MURIÓ LA MUERTE?

Esas preguntas se transformaron en titulares de algunos diarios y portales, pero el misterio se develó pronto.
Para las 8 de la mañana del día siguiente, tres dueños de los principales diarios del país habían desafiado a la muerte o al #ImmortalChallenge como le pusieron en las redes. Luego de ver que sus secciones de avisos fúnebres estaban totalmente en blanco -a excepción de dos chistosos que saludaban a La Muerte en su ídem- los diarios fueron a pérdida por un día, perdieron al rededor de 15mil millones de pesos, entonces decidieron intentar quitarse la vida y lo lograron. ¿La Muerte había vuelto en forma de justicia poética?. 
Lo que nadie supo hasta entonces es que los diarios se mantenían gracias a los avisos fúnebres. Cuando en 1631, Theóphraste Renaudot fundó La Gazette de France, se dio cuenta de que era imposible mantener un periódico si no era por los avisos fúnebres, pero Theo (como le decían los amigos) tenía la mala suerte de vivir en la Francia de Luis XIII, el justo, donde no abundaban víctimas de esta extraña señora, y los pocos que habían eran vagabundos o mendigos que nadie quería recordar... Entonces no tuvo mejor idea que ocultar su rostro tras una máscara y salir por las noches a asesinar algún propietario o latifundista, alguien que su familia quisiera recordar.
Esta práctica se sigue reproduciendo aún hoy, comandos de sicarios son contratados por los diarios para asesinar gente y para que su familia lo recuerde en el diario y este pueda generar riquezas.

Y así fue como la industria del periodismo gráfico inventó lo peor de la vida sólo para su riqueza.

domingo, 13 de noviembre de 2016

- Siento que me empiezo a quedar viejo en este mundo...
- ¿Pero por qué dice eso hombre? si usted ni siquiera peina canas aún.
- Verá hombre, cuando yo era joven, ayer, creía que el mundo iba en una dirección, que quizás hoy íbamos a pensar que el de al lado importaba, que no íbamos a pensar en nuestro espejo y nada más...
- ¿Qué le anda pasando? lo noto medio triste...
- Es que cuando uno pone sus energías y sus esperanzas en un sentido, y el sentido le patea el culo y lo escupe en el piso, uno no hace más que sentirse decepcionado.
- ¿Y que sentido es ese? ¿Para donde quería ir usted?
- Y viejo, en un momento yo creí que era generalizado ese sentido, que era lo que le dicen el "sentido común", es más hasta de pibe me habían regalado un libro, el más vendido dicen y mentiroso quizás también, y parece que habla de lo mismo... De que el de al lado importa más que uno, que si a uno le importan los demás algo hace, se acerca y pregunta, abriga y sonríe... Pero hoy me desayuno que son cuentos y fabulas, que son lo mismo que los reyes magos, el ratón Perez o Jesús.
- ¿Pero me va a venir a decir que todo el esfuerzo de su vida es en vano? ¿Toda esa construcción que edificó usted ya no sirve? Permitame dudar, pero no creo en las soledades, a menos que sean colectivas.
- Más vale que son colectivas, sino no le hablaría de este modo, pero deje, no le quito más tiempo. Me voy a tomar algo a la esquina, a escribir en algún cuaderno y a seguir pensando, quizás así el tiempo tome un poco más de sentido, o al menos pase más rápido.
- No se preocupe mi amigo, el que se está quedando viejo es el planeta, no usted.

domingo, 27 de marzo de 2016

Mañana

¿Cuán conscientes somos del mañana? ¿Más o menos que del pasado?
Sabemos lo que hicimos ayer, tenemos alguna memoria lejana de lo que hemos pasado, pero la expectativa del mañana está siempre latente, sin pensarlo, sin reflexionarlo, sin meditarlo, estamos pensando en mañana, planeando el futuro de manera inacabable.
¿Cuanto nos pesa el pasado y cuanto el futuro? Sabemos que el tiempo corre porque el presente se va transformando en recuerdo, ese recuerdo ejerce una presión sobre la conciencia, a saber: lo que somos gracias a lo que hicimos.
Ahora la pregunta es: ¿Qué presión ejerce el futuro? es casi ínfima, rara vez uno se pone a calcular cuanto tiempo le queda, y como debe gastarlo (ni hablar de qué hay después del tiempo).
Bueno esto me pasa hoy, no puedo dejar de pensar en eso, me angustia, me deprime, me desespera, pero sólo llego a una conclusión: no hay nada que hacer.
No se puede pelear contra la naturaleza, lo cual me angustia aún más. Pero me sirvió para algo... para preguntarme por el mañana, para ver que hago hoy, y en que me puedo distraer hasta la próxima vez.