domingo, 23 de marzo de 2014

Se levantó una mañana de Domingo con el abrazo mas amargo y pesado que alguien podía sentir, cargaba en su espalda una mochila mas pesada que miles de sandias, era extraña, pues carecía de cierres, y él no sabía como abrirla para ver que llevaba dentro.
Su gran complicación es que al tenerla al espalda si quiera podía verla, probó abrirla con una tijera, con un cuchillo, con un diario y hasta con fuego. Pero no pudo abrirla, la mochila se mantuvo siempre cerrada.
El peso de la mochila le cambió la postura, miraba mas al suelo que al cielo y el pecho le apretaba más que pasajero de transporte público en hora pico. No comprendía ni imaginaba qué llevaba la mochila para hacerla tan pesada, para que haya modificado todo en su vida.
Indagó y buscó alguna solución. Nadie le supo ayudar,
Imaginó y se comparó con una lata vacía de gaseosa, que en algún momento tuvo algo que convidar y ahora sólo es basura contraída por alguna mano.
No encontró razón, hasta que comprendió que quizás la mochila estaba llena de sus miedos, de su soledad, de su falta de afecto. y que esa mochila era su corazón que se marchitaba, se pudría sin remedio. Tuvo el presentimiento de que sólo sanaría y se descolgaría esa mochila si su alma se amigaba con su corazón, encontrando su reflejo en un amor, en los labios de otro corazón.