sábado, 19 de abril de 2014

Si al final...

No cuentan las palabras, ni el discurso.
No tienen bases ni fundamentos las palabras porque se pronuncian y nada más, si bien pueden herir o reparar, lastimar o mimar, no tienen de donde agarrarse ante el primer soplido.
Al final lo único que debe interesar son los hechos, las demostraciones, las acciones.
He aquí el dilema, de la boca para afuera somos todos todo, pero cuando las papas queman y la cara ve la luz, no hay esencia, no tiene un hilo conductor las palabras ya pronunciadas con la forma de actuar.
Podes tenerlo todo, pero siempre te va a estar faltando algo. El hecho de no padecer carencias, te prohibe sentir lo que es que te falte algo, y otra vez, volves a tener nada. Porque a uno no le interesa lo que tiene, sino lo que no tiene, lo que no está en su mano y lo quiere para sí.
Hete aquí; no quiero nada, te quiero a vos.
No quiero tus palabras, ni tus dolores, tus alegrías o tus problemas. Sino a vos.
Vos y tus demostraciones o no, de lo que sientas, las representaciones materiales de tus pensamientos y sentimientos; son las que me darán la pauta de quién soy para vos y que lugar ocupo, entonces, a partir de ahí, mi manera de obrar: Uno no es suicida, y no se mete en lugares donde sabe que sale herido; más si esas heridas mortales...
No te voy a prohibir de hablar, si en realidad amo tu voz.
Sólo te pido que lo que digas, lo sientas de verdad. La palabra tiene efecto de consecuencias inimaginables.
Pero más inimaginable es el sentimiento producido cuando esas palabras se hacen carne...

(Escribí toda esta ganzada porque tenía ganas de poner "Hete aquí")

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